jueves, 30 de septiembre de 2010

UNA HISTORIA DE AMOR LLAMADA JUAN FERNANDEZ

En homenaje al goleador rojinegro quien está próximo a partir a tierras neuquinas, reedito un texto plagado de emoción escrito con el corazón por el célebre escritor, cuentista, cronista, ex jugador, ex DT, hincha y actual presidente, Larry La Joya González.


Hace unos días no paro de pensar lo feliz que fui hace diez días cuando, en ocasión del debut rojinegro, me acerqué hasta Ingeniero Maschwitz para ver a Rescatate 2010. Afortunadamente, y en esto me quiero detener, ya no es polémica ni tema de discusión la inclusión de Juan Fernández, Pigu, como titular. Todos saben, ahora, tras el proceso de Larry Joya como director táctico, que sin el gran goleador entre los titulares seguramente la cantidad de goles del equipo mermaría y, peor aún, al ánimo de los rivales crecería hasta niveles descomunales. Cuestión: Larry Joya, ex jugador, ex entrenador y actual simpatizante de Rescatate FC, regresaba tras un año a ver al orgullo de la ciudad. Algo así como si Ramón Díaz se acercara por estas horas al Monumental para ver al equipo de Núñez. O si Ramón Cabrero (el Ramón bueno) se presentara en Guidi y Arias para ver a Lanús.

Por cuestiones estratégicas, Pigu sería titular, obvio, y el profesional futbolista Le Fort se sentaría en el banco, más obvio todavía, junto a un lesionado Berisso y un LJ cervecero, aún mucho más obvio. Movió RFC y los rivales pusieron cinco jugadores en su propio campo destinados a marcar, tres sobre el costado izquierdo para marcar al volante diestro rescatense (Pigu), uno por el centro en posición de volante central y otro por izquierda para tapar las poco productivas subidas del Cuervito. Scania, inteligente, se movía de un lado en busca de alguna pelota que pasara cerca para mandarla a la red, lo haría en el segundo tiempo. Así el panorama, no pasaron ni cinco minutos para que el Rojinegro tuviera media decena de chances de gol en pies y cabeza del Vocuer, que sin suerte (y ya sin talento) las desperdició una y otra vez hasta ganarse la reprobación de la mayoría. Pigu me miraba sin comprender por qué lo seguía un rival de frente, uno desde atrás y otro de costado acorralándolo contra la línea porque, menos él, siempre humilde, todos los demás sabemos que con dos tipos encima igualmente él se las ingeniaría para picar al vacío y ocasionar un gol de una jugada muerta. Estos pibes, los rivales, le pusieron tres hombres para detenerlo y ni así podrían.
El partido empezado y Rescatate atacando sin cesar, la paridad no se quebraba. Berisso, entrenador, propone un cambio “lo saco a Pigu, está muy marcado, que se distraigan y quizá el Cuervito emboca alguna”. Yo, fundamentalista del metrosexual goleador, me opuse: “si los sacás nos vamos todos, yo primero, tu familia que vino a verlo a él (estaba en la platea el hermano de Maschorizzo) después y las minitas que se acercaron para admirarlo (que estaban fuertísimas)”. Las miré, ellas asintieron con la cabeza y con la mano le hicieron el ademán a Mascho de “rajamos”.
Las Pigutrinas eran tres. La primera una rubia, bellísima, adolescente, ojos mirones, curiosa según el Vocuer Versión 2007, antes de sentarse se puso en posición 90° para limpiar el asiento y el Gaucho Sachita soltó “Qué laco mi amor, te la muerdo toda la tarde” remarcando cada letra R con potencia. Fue ignorado por las Pigutrinas. La segunda era coloradita, buenos pechos, un escote vertiginoso y dos senos que parecían pelearse para escaparse de una remera tan ajustada y un invisible corpiño. Reconozco que gran parte del partido busqué posicionarme detrás de ella para asomarme y encontrar un pedacito de pezón que se escapara, mas sin éxito. Esas minas tienen todo controlado, son las botineras del fútbol amateur, calientan a todo el equipo y se voltean sólo al que van a buscar, no es que se voltean al que les da bola, como saben que los pibes están todos tirados y la poca plata que juntan se la gastan en putas y drogas, van únicamente a la figura y saber si tendrá un rato para empomárselas. Y es el caso de la estrella nuestra, que tiene un rato, coge, tiene un rato, te mete un par de goles… Tiene otro rato, y te vuelve a garchar. Es así. Intratable. Impiadoso. Y la tercera era la más normalcita, no tenía una gran laco ni unos pechos tremendos, pero estaba en minifalda y los pibes aprovecharon para gritarle cualquier cosa “qué ricas patas” o cosas de ese estilo.

Todo esto para contar que, finalmente, Maschorizzo no sacó del equipo a Pigu sino al Vocuer, y que inmediatamente después de una jugada generada en la izquierda (donde jugaba el Cuervito) un disparo de Agustín de media distancia encontró la red y Rescatate ganaba 1-0 en su debut. Al toque, el segundo llega de la capacidad de Federico Le Fort y enseguida el momento de éxtasis: Pigu, gol. Nada más que eso. Pigu, gol. No hay jugada cuando él convierte, no hay previa ni relato, no hay poesía, es tan grande lo que se genera cuando el pase a la red lo da el engominado delantero que sólo hay que asociar la palabra con la sentencia. Pigu, gol. El segundo tiempo fue una excusa para que los rivales pudieran contarle a sus hijos que jugaron contra Pigu, lo molieron a patadas y así y todo gritó dos veces más, metió la pelota tres veces en la red en 80 minutos, un promedio de gol inverosímil y las Pigutrinas lucieron por primera vez en la historia del equipo una bandera referida a un jugador “METELA PIGUAIN” con el claro doble sentido de ser acabadas por el semental del Cid Campeador y el enorme juego de palabras de Piguaín. Punto final, aplausos de la gente, besos de sus fans y un apretón de manos por parte del árbitro, que lo felicitó y le reconoció que quisiera verlo en el Mundial.

Piguaín, una historia de amor.


LJ


COMO VAS A SABER ...