LOS MISMOS DE SIEMPRE

La ansiedad de toda una semana empezaba a apagarse. La adrenalina del momento previo comenzó a darle paso a la serenidad a un equipo que siempre se mostró a la altura de la historia rojinegra. Era la pronta revancha de la desilusión de hacia seis meses atrás. La posibilidad de quedar en la historia de Rescatate para siempre. La chance de demostrar adentro de la cancha de lo que eran capaces los diez jugadores que salieron a jugar pero acompañados con el corazón, el alma y la sangre de otros tantos que fueron a ser participes de la gloria y a alentar desde afuera. Rescatate supo jugar y manejar un partido que estuvo siempre en sus manos y, tras un 4 a 1 firme, cosechó su primer título.

La tarde arrancaba con algo más de 30° y el calor reinante en el norte bonaerense exigía un partido lento, sin exagerar el ritmo y aprovechar la tenencia de la pelota. Bien plantado en el principio, se hizo fácil dominarlo. El ataque de Chobi raramente traía peligro al área rojinegra y la ofensiva de Palermo demostraba en cada ataque estar cerca de desnivelar el juego por primera vez. Así fue como tras un rebote la pelota quedó boyando al borde del área en los pies del Mono, que con sangre fría y técnica no intentó romper el arco sino que la colocó al segundo palo, a media altura. La pelota entró besando el hierro derecho y los pibes empezaban a desatar la locura. Rescatate daba su primer paso para transformar el gran sueño a la realidad. A partir de ponerse en ventaja, la Máquina Fumanchera se hizo dueño del partido y bajó las pulsaciones de un encuentro que, por ser final y contra un equipo que todavía no se le había ganado, obligaba al respeto y la cautela. Cinco minutos más y un tiro libre sobre la derecha, de corta distancia, hacía tambalear el arco del rival. Sin Piguaín, de regreso en la Patagonia Argentina, la acomodó Lio. Engañó con el centro y su remate con el guante diestro iba a rebotar en un defensor de Chobi e iba a descolocar al arquero. Era el 2 a 0 y la clara advertencia de que el Clausura no se podía escapar. Era cuestión de tiempo y aguante para coronar un semestre perfecto con doce victorias y un empate. Y lo terminó de confirmar el Mono, de partido excelente sin fisuras, marcando el 3 a 0 cuando todavía no iban 25 minutos de la primera etapa, que se iba a terminar con una lluvia torrencial que hacía aún más emotivo el cuadro.

El segundo tiempo iba a ser casi protocolar. El partido estaba resuelto y con un poco de paciencia la Copa iba a ir a parar a Palermo. Sin embargo, el rival arremetió con todo lo que tenía durante los primeros veinte, situación que valió más de una revolcada de Sherman. El arquero de Junín, sobrio y limpio esta vez, sacó todo lo que le tiraron. No quedaba tiempo para remontadas históricas: Rescatate iba a salir campeón. El cuarto gol rojinegro convertido por Nacho y el descuento muy cerca del final de Chobi con un tiro libre decoraron el resultado definitivo.

Con el pitazo final y con una casualidad propia de Hollywood, el sol empezó a asomar entre los negros nubarrones de tormenta. Para la vuelta olímpica el cielo ya estaba totalmente despejado. La entrega de la Copa no tuvo la trascendencia que ameritaba pero no por eso no desfiló por las manos de todo aquel que se le acercaba. Luego llegaría la noticia para Piguaín que festejaría en el sur y para Agustin que haría lo propio en las cálidas playas de Brasil. Dos partícipes, dos protagonistas de este título. La gente que acompañó y la Irrescatable que se hizo sentir también lo son. La campaña fue inmejorable, con un invicto de trece partidos, la valla menos vencida y el mejor jugador del campeonato. Por eso, Rescatate la selló con el campeonato. Con los pibes, los mismos de siempre.