jueves, 21 de octubre de 2010

ESCAPISTAS

Tras la reciente salida del legendario Juan Fernández hacia la Patagonia, ahora el Magnífico Montes decidió abandonar el fútbol para radicarse en el interior de Córdoba sin más objetivo que dejar atrás su flojísimo rendimiento en la etapa final del campeonato pasado. Su magro presente vinculado a la noche y la carencia de un horizonte feliz lo expulsaron para no permanecer prisionero del urbano acostumbramiento. El equipo los empieza a extrañar, la hinchada a olvidar.

Ya hace un par de meses Rescatate FC perdía la final ante Los Pumitas y no fueron pocas las voces que exigieron cambios en el equipo. El Alemán, El Loco de la Ruta y algún incondicional más sugirieron la interesada posibilidad del regreso de La Vieja Guardia, conformada por los cuatro fantásticos: Pablo San Martín, Larry Joya y los dos ya mencionados. La idea no perseguía mejorar el rendimiento colectivo pero con el poker de caudillos adentro del grupo era más fácil copar una parada, comerse un árbitro fuera de la cancha y guapear cuando la mano viene cambiada. El plantel, tan hermético como durante toda la temporada, no permitió que ningún ex Rojinegro aprovechara la caída para volver a calzarse la más linda de las camisetas futboleras. Por fidelidad o negación, incomprensible resultó la pasividad del entrenador Ignacio J. Murphy quien, quien cultor del todopasa, no hizo rodar ninguna cabeza tras la pésima presentación de aquella tarde. "Eran mejores, son los mejores" concluyó Scania desde una inexistente autocrítica que buscó disfrazar las falencias propias en virtudes ajenas. Así como tras el último puesto de River en AFA no continuó Eduardo Tuzzio, en el Rojinegro porteño nadie pagó semejante decepción.

Ola de violencia tituló Clarín y el primero en sentir el rigor de la barra fue JFP, Juan Fernández Pigu, goleador fantasma en la etapa decisiva, dejó enfriar las aguas con una pila de goles en los partidos siguientes y una noche primaveral se escudó en el sueño adolescente de refugiarse en la Patagonia junto a su flamante compañera Mariana Naguis. Ella, la Mariana, astuta, le explicó que un mercado deportivamente virgen y menos contaminado sembraría nuevos fans en un territorio donde el fútbol no ha prendido, agregó que en Buenos Aires todos asociarían la palabra Pigu con gol, e inmediatamente después con fracaso y pechofriísmo. Ya disputado un tercio del torneo post-final le alcanzó para retirarse goleador hacia Neuquén, secundado por su botinera compañía. En Aeroparque, ante cronistas de Estudio Fútbol, La Última Palabra e Intrusos (demostrando que es el único jugador de Rescatate FC que acapara miradas del mundo del espectáculo) aseguró que necesitaba un cambio de aire y que ya no era feliz en la gran ciudad. En tan solo 24 horas armó la valija, mudó sus pertenencias hacia la Patagonia y comenzó su nueva vida. Cuando pisó el Aeropuerto local envió un mensaje de texto al presidente del club y redactor de estas líneas "Todo OK, nqn espectacular, Naguis me habló todo el viaje de Mufi. Me voy a comprar un auto y dps llamo". Horas después La Irrescatable demostraría su poderío y dimensión ni bien el ex delantero rojinegro se movilizó en cuatro ruedas, la peligrosa barra, disgustada por la vida de hippie que eligió el sátiro del gol, le abrió el auto, sustrajo el stereo y le dejó un alerta "MUSICA DE PUTO, VIDA DE PUTO, EL QUE ABANDONA NO TIENE PREMIO" se delató el agresor, quien fastidiado por su no convocatoria tras la final perdida volvió a la hinchada y se manifiesta en cuanta ocasión puede contra los íconos de la desilusión. Otros, mal pensados, asociaron la desgracia del robo al monólogo de la Mariana en el avión.

Pasado el incidente patagónico fue el Magnífico Montes, otro gran ausente de aquella final, quien recurrió al escapismo. Sin más preámbulos que un correo electrónico, místico, argumentó: "Me voy a buscar algo que no se qué es. Espero encontrarlo, y si no lo encuentro algo me dejará". El Pastor Albamente, compañero de ruta de Montes, se comunicó con este humilde redactor y amplió el concepto con palabras tomadas del diccionario del Magnífico: "Nos vamos porque nos vamos, nos fuimos. Acá no estamos cómodos y nos tenemos que replantear todo. Hace un tiempo Agustín se confundió el Cid Campeador con el Jean Cambiador y fue una fiesta, ahora haga lo que haga es un pelotudo, y es probable que sea un pelotudo, nadie lo sabe, ni sabe por qué, pero en Córdoba, con las sierras, el aire, la montaña, quizá se da cuenta qué tiene que hacer para volver a enamorar al Mundo Rescatate" argumentó con palabras de Marcelo Palacios. En la despedida Montes pasó por la casa del presidente, exigió una carpa en recompensa por sus cinco años en el club y no la consiguió. Consultado por cómo se ganaría la vida en Córdoba Montes voló sin sorprender "Mirá, llegamos a la mañana temprano, seguramente a la tarde vayamos a ver un terreno en una montaña que vi en Internet, lo alquilemos con la plata que tenemos en la mano y ahí a la noche abrimos un casino: MONTES Y ALBAMONTES, contratemos 20 personas y yo me encargaría de la parte de la cocina y los tragos. Con esa recaudación en dos meses abrimos otro casino en Tucumán, otro en Salta y ponemos unas maquinitas en el Chateau Carreras, para que en los entretiempos de los partidos la gente se distraiga. Si nos va bien, le salgo a competir al Casino de Las Vegas desde el Uritorco". Nunca Montes voló bajo, siempre supo cómo hacer dinero pero nunca le dieron la chance, y esta no era la excepción, él sabe que la plata del juego es millonaria, pero siempre pensó en el final de la historia sin importar el cómo.

La imaginación de este cronista supone a Montes solo en la montaña. Solo. Muy solo. Albamente no resultó un buen compañero de rutas. Sólo un día había transcurrido para que el Pastor añorara las tentaciones porteñas, soñó un viaje sin medir lo que extrañaría a los suyos. La leyenda indica que en el viaje de ida, llegando a Pilar, entraron juntos a un cabaret para distraer las mentes, el Magnífico apalabró una morocha que lo acompañó hasta una habitación y es lo último que relató Lionel sobre el viaje antes de sentarse en La Parrilla de Bebe a degustar un rico choripán. A Montes nadie lo encontró. Ni lo buscó.

LJ

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